Mucho antes de que existiera Internet o los teléfonos móviles, una curiosa tradición victoriana anticipó lo que hoy conocemos como Facebook. En 1902, las casas señoriales británicas tenían una práctica tan peculiar como divertida: un libro de caras o “face-book”, donde los visitantes debían dejar un retrato y su firma. Así lo reveló un artículo publicado ese mismo año en The Western Exeter Times, un periódico británico de época.
Este “Facebook” no era digital, claro, pero su propósito era sorprendentemente similar: compartir tu imagen, dejar tu huella y ser recordado por los demás. Los dibujos —a menudo caricaturescos o mal hechos— solían provocar risas entre los presentes. Según el artículo del periódico:
“El resultado es muy divertido, y los peores dibujos con frecuencia causan el mayor entretenimiento”.
Amy Sell, investigadora del archivo británico Findmypast, comentó que es sorprendente “cuán cerca el ‘Face-book’ de 1902 refleja lo que usamos hoy en día”, en referencia a la red social creada por Mark Zuckerberg. Aunque era solo un juego entre aristócratas, el paralelismo con las redes actuales es imposible de ignorar.
📚 Una red social sin cables… ni wifi
Este primitivo “Facebook” funcionaba de forma muy rudimentaria, pero su concepto no dista tanto del actual. En vez de subir una foto a tu perfil digital, los invitados dibujaban su rostro en papel, firmaban su nombre y lo dejaban como recuerdo. En las casas más adineradas incluso se contrataban caricaturistas para retratar a los invitados con humor. Aquellos “libros de caras” se conservaban en las bibliotecas familiares y eran motivo de conversación durante generaciones.
📉 ¿Una pista sobre el futuro de las redes sociales?
Algunos medios británicos, como The Daily Mail, utilizaron esta historia para reflexionar sobre el futuro de Facebook. Aseguran que, como pasó con aquella tradición de 1902, el interés por compartir constantemente la vida personal puede ser pasajero. Aunque Mark Zuckerberg ha declarado que espera que su plataforma sobreviva al menos otra década, las cifras de usuarios activos y el cambio generacional podrían indicar lo contrario.
🔍 ¿Qué nos enseña esta historia?
Más allá de la curiosidad histórica, este hallazgo nos recuerda que las ideas no nacen de la nada. Muchas veces, lo que hoy consideramos innovador tiene raíces más antiguas de lo que imaginamos. Lo que antes se hacía con papel y lápiz, hoy se hace con píxeles y algoritmos. Pero la necesidad humana de conectarse, dejar huella y compartir su imagen con el mundo es tan antigua como la propia historia.